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18 marzo 2025

Antecedentes históricos de Etzatlán


Dato importante, el día 16 de Junio, se celebra el aniversario de la fundación de Etzatlán, como Ayuntamiento.

Antes de la llegada de los españoles, las zonas de Oconahua y Otatlán, 

(hoy San Marcos), pertenecientes a Etzatlán, estaban habitadas por hombres que descendían de tribus toltecas y mexicas que se establecieron en el occidente de México, en vez de emigrar, como lo hizo el grueso de estas etnias, a la región centro. El resto de la región, por el lado de San Juanito; llamado El Cuaneizte de Xochitepec, lo poblaban cazcanes y algunos chichimecas. 

Existen varias versiones sobre el nombre de Etzatlán y se seleccionó la que a juicio de los expertos resultó más congruente, siendo su significado: “Lugar de itzas” ya que era el nombre de la tribu que habitaba en esos tiempos. 

La conquista de este pueblo fue pacífica y corría el año de 1524, cuando hicieron su aparición los españoles por estas tierras al mando de don Francisco 

Cortes de San Buenaventura, pariente cercano de Hernán Cortez y comisionado para explorar esos territorios. En este lugar gobernaba el cacique Coyulan o 

Coyul, mismo que visualizó el poderío de los visitantes y trató de evitar derramamientos de sangre recibiendo a los conquistadores en muy sana paz. 

Se dice que estando en Ameca, Francisco Cortez supo del señorío de Etzatlán y se dirigió a él, recibiéndolo los nativos con cortesía y hospitalidad. Antes de partir, Cortez dejó de encomendadores a Juan de Escárcena y a Pedro de Villofrio. 

En 1530, hizo su arribo a Etzatlán el conquistador Nuño Beltrán de Guzmán, quién seguía una ruta hacía el occidente, tras haber ocupado la ciudad sagrada del Teúl, envió a sus capitanes, Chirinos, Verdugo y Proaño al frente de un contingente de 30 soldados españoles de a pie y de a caballo, y un número indefinido de guerreros indígenas en calidad de tropas de apoyo. Este contingente se adentró en la región por el lado derecho, mientras Guzmán, con el grueso total de la expedición, tomó el camino de la izquierda y se dirigió hacia la zona occidental, atravesando barrancas, hasta llegar, en penosa y sangrienta marcha a Etzatlán.

Como lo refiere el historiador Luis Pérez Verdía, en aquella jornada, “el conquistador de la Nueva Galicia” refrendó con creces su fama de cruel y desalmado. En su marcha, sus tropas devastaron poblados y sembraron muerte y desolación entre los naturales. 

Ni con sus propios hombres fue indulgente Guzmán; sus métodos para mantener la disciplina rayaban, en muchas ocasiones, en la brutalidad. Cerca de Ichcatán ordenó que se le cortara un pie a un mozo de espuela, llamado Juan Rodríguez, en castigo por haber reñido. En Nochistlán, a tres indios auxiliares, nativos de Toluca, los mandó quemar por haber realizado sacrificios a sus dioses.

Leguas después, un nuevo hereje fue ejecutado por órdenes de Guzmán, más no era indio, sino español señalado de judío y por tal falta se le ahorcó.

Aquella expedición de conquista fue dejando tras de sí, como se puede ver, una estela de ejecuciones y asesinatos. Tras descubrir la entonces laguna de Magdalena, los españoles por fin arribaron a Etzatlán.

Guzmán tenía planes para aquel poblado, aunque ya estaba bajo la dominación española, pretendía anexarlo a los territorios por él conquistados. Sus intenciones lo enfrentaron con el encomendador de aquella comunidad, Juan de Escárcena, quién de entrada trató al capitán con diligencia y generosidad, recibiendo a cambio de hospitalidad, maltratos y abusos.

El ejército comandado por Guzmán, era realmente numeroso; a los 400 españoles se sumaban otros 20,000 indios auxiliares, mexicas, tlascaltecas y tarascos. Los habitantes de Etzatlán con dificultad pudieron darles de comer los primeros días; tras agotarse la comida, “los invitados” recurrieron a la represión y el saqueo para apoderarse de más víveres. Para evitar nuevas extorciones que, a este punto, pusieran en riesgo sus vidas, los pobladores abandonaron sus hogares y se escondieron de sus saqueadores en las inmediaciones de la laguna o en los cerros.

Etzatlán, quedó desierto; disgustado, Guzmán mandó llamar a Escárcena y le reclamó. La respuesta del encomendador apeló a la más elemental sensatez: le explicó al capitán que sus encomenderos huían porque, al no tener ya nada que ofrecer, corrían serio peligro, pues aquella demandante y hambrienta muchedumbre de soldados y guerreros amenazaba con arrasar el poblado y matar a todos sus moradores de no verse satisfecha.

Guzmán entendió las razones de Escárcena y procedió en consecuencia.

Levantó su cuartel y alistó a sus hombres para salir de Etzatlán, en pos de nuevos reinos y pueblos que anexar a la Nueva Galicia; es decir, al virreinato que pretendía crear sin consentimiento de Hernán Cortes, ni del rey.

Arraigar la cultura española en aquellas hostiles regiones y lograr la conversión de los naturales fueron empresas difíciles que llevaron, obviamente su tiempo. Siendo encomendador Antonio de las Casas, se inició por el año de 1534 la edificación del convento de fray Francisco Lorenzo. El inmueble quedó concluido en la época del tercer encomendador, Diego López de Zúñiga.

Por esas mismas fechas, cuando los misioneros se afanaban en lograr la conversión de los indios, estalló la insurrección de los coanes, pueblo insumiso que hostilizaba a los nuevos cristianos. En sus correrías, los rebeldes se aproximaron y amenazaron a Etzatlán. El capitán Diego de Vázquez de Buendía, salió a la defensa del poblado con buen éxito.

La renuncia a la dominación española continuó y Etzatlán fue de nuevo testigo de sangrientas rebeliones indígenas.

Era el año de 1540, estallaba la gran guerra conocida también como del Mixtón; su iniciador era el legendario guerrero Tenamaxtli; la rebelión se propagó en poco tiempo, su magnitud fue tal que a punto estuvo de extenderse más allá de la Nueva Galicia haciendo peligrar las demás conquistas españolas. Alarmado por la situación, Cristóbal de Oñate le solicitó ayuda al virrey Antonio de Mendoza, para contener a los insurrectos. Carente de recursos para ir en auxilio del gobernador neogallego, el virrey le ordenó a Pedro de Alvarado, quién recientemente había llegado a Manzanillo, que dejara su expedición por los mares del sur y pusiera su espada al servicio de la autoridades neogallegas.

Decidido a cumplir con su encomienda, para ello no le faltaba temeridad y arrojo, el ex capitán de Cortés realizo varios movimientos tácticos para proteger las poblaciones españolas y evitar nuevos levantamientos; uno de ellos fue enviar a Pedro López de Zúñiga, al frente de 20 soldados, a tomar Etzatlán.

A pesar de esta fuerza, la plaza no se salvó de los estragos de la guerra; indígenas oriundos de Tequila y a Ameca que secundaban a Tenamaxtli descargaron su odio a los dominadores quemando templos y otros edificios religiosos; sus deseos de vengar los malos tratos y vejaciones no tuvieron freno;

No solo victimaron a sus explotadores, en sus profanaciones dieron muerte a uno de sus grandes benefactores, a Fr. Antonio de Cuellar O.F.M., guardián del convento de Etzatlán, quién, como afirma Pérez Verdía: “lleno de caridad evangélica procuraba por medio de la predicación evitar aquella sangrienta

guerra.”

Siglos después se agregaron nuevos capítulos a la historia épica de Etzatlán. En 1858, en plena guerra de Reforma, el poblado fue sitiado por el coronel Sánchez Román; lo defendieron quince hombres que, atrincherados en las torres de la parroquia, contuvieron el avance de los atacantes durante dos días. A pesar de los esfuerzos y valor de la guarnición, los atacantes tomaron la plaza, quienes, tras aplastar la resistencia, cometieron todo tipo de excesos; quemaron el convento y varias viviendas. En la refriega murieron Gabriel y Rafael Cárdenas y el jefe de los defensores Norberto Cerritos. Dos años después, Etzatlán escenificó nuevos combates cuando Antonio Rojas ocupó el poblado con sus tropas.

El dos de julio de 1914, los vendavales de la revolución azotaron Etzatlán.

Los caudillos que secundaron el Plan de Guadalupe, proclamado por Carranza, avanzaban con rumbo a la capital de México. Álvaro Obregón y sus generales hacían retroceder a las fuerzas federales por el occidente del país. Manuel M. Diéguez y Lucio Blanco, por órdenes de Obregón, tomaban San Blas y Tepic quedando el camino a la capital tapatía despejado para las fuerzas obregonistas.

El diez y ocho de junio, la primera jefatura nombra al general Diéguez gobernador de Jalisco, puesto que volvió a ocupar años después. El héroe de las huelgas obreras de Sonora, como lo refiere el historiador José María Muría; estableció su cuartel general y el asiento de su gobierno en Etzatlán, es decir el viejo poblado conquistado por Francisco Cortés de San Buenaventura por aquellas fechas se convirtió, al menos para los revolucionarios, en capital del estado y en base de operaciones de los ejércitos constitucionalistas que operaban en la región.

El 24 de junio de 1914, obregón llegó a Etzatlán con el fin de unir sus fuerzas con las de Diéguez y así poder enfrentar con los suficientes efectivos a la columna federal que marchaba de Guadalajara a cortarles el paso. Al final, la victoria será para Obregón y sus generales.


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