– Ceremonias, Fiestas, Tradiciones –
Fiestas del Señor de la Misericordia:
Es el Santo patrono de Etzatlán, se festeja con un novenario, misas solemnes, serenatas
castillos y peregrinaciones, cohetes, repique de campanas, arreglos en las calles y fachadas de
las casas, el último día del novenario que invariablemente es el último domingo del mes de
Octubre, es el día de los hijos ausentes que son los nacidos en estas tierras y que por algún
motivo ya no radican en ella, los cuales se unen a los festejos con una peregrinación y la
recepción de ésta en el templo de la Purísima Concepción.
Los festejos son de máxima importancia para la localidad ya que la participación de los barrios
se hace presente, así mismo, existen familias y/o asociaciones, que por tradición y herencia son
los benefactores y patrocinan generalmente un día de la fiesta.
Fiesta de las Cruces: La fiesta de la santa cruz que se celebra el 3 de mayo de cada año a la cual también se le
realiza un novenario, esta práctica de origen colonial tiene como primigenia intención la de
proteger a la población de las fuerzas del mal circundando la población con altares dedicados a
la cruz.
En las fiestas de las cruces, éstas son trasladadas a la parroquia de “La Purísima Concepción”
donde permanecen por espacio de una semana, durante la cual, en cada barrio donde existe
una cruz se levanta una lujosa ermita adornadas con telas de colores, papel de china, flores y
festones, en la que se danzan hombres y mujeres vestidos de aztecas con tambores y
coreografías.
Entre estas danzas destaca la danza de conquista.

Los Nardos:
En el Municipio de Etzatlán, agosto, es el mes de los nardos, ya se hizo tradicional que en este
tiempo algunas personas vayan al cerro a cortar esta bella y aromática flor del nardo, misma
que los domingos suelen vender en la plaza. En distintos lugares se ven los chiquigüites llenos.
La tradición a la fecha, ya no es practicada por los pobladores, pero en sus tiempos, consistía em que los jóvenes compren sus nardos y en las vueltas de la
serenata dominical se los den a las muchachas que les agraden, diciéndoles: "¿me regalas una
vuelta?" ofreciendo el ramo de nardos, y si la señorita le acepta, el joven se va con ella y en
algunas ocasiones ahí empieza el noviazgo llegando hasta el matrimonio. Y desde hace mucho
tiempo que se perdió la tradición del último día del mes de agosto cuando se celebraba el
famoso "baile del nardo" que se llevaba a cabo en el Club de Leones Campestre.

El Nardo
Es una de las plantas de jardín más populares del mundo, estimada generalmente por la
belleza de sus blancas flores y lo intenso de su agradable perfume. Es originaria de
México, de donde fue enviada a Europa, juntamente con ejemplares de otras flores
mexicanas. España envió el nardo a Holanda, en donde se cultivó con esmero y se
propagó intensamente, comercializándose su cultivo. Su intenso aroma es más
penetrante en las últimas horas de la tarde, siendo más perfumadas las variedades
sencillas que las dobles.
La planta es, liliácea, de olorosas flores, tuberosa, y en Europa
se le identifica con el espicanardo.
Los bulbos del nardo requieren tierra bien drenada para su cultivo, rica en materias
orgánicas; después del corte de flores, se sacan estos bulbos de la tierra, antes de que aparezcan las primeras heladas, poniéndolos a secar y guardándolos para el próximo
año, en lugares bien secos y aireados. Sé obtienen flores en verano, haciendo
plantaciones de bulbos escalonados, durante tres o cuatro semanas, en el verano
anterior.
Para tener flores en invierno los jardineros retardan la floración, poniendo las
macetas en lugares fríos, durante el invierno.
Llevada de la Virgen de San Juanito de Escobedo (Virgen del Pueblito):
Cada año, el segundo lunes del mes de octubre los Etzatlenses acompañan en caminando
romería a la Virgen del Pueblito, hasta la población de San Juanito de Escobedo, virgen a la
que se le atribuyen muchos milagros y es muy venerada en la Región.
Fiesta del Señor de El Amparo:
En el año de 1934 llega la imagen de Jesucristo al templo de la población pues se dice que
antes no tenía un Santo Patrón y fue el padre Francisco (Pancho) Vizcarra quién aconsejara a
los feligreses que era muy importante tenerlo, por lo que con la cooperación de los patrones,
comerciantes y mineros se mandó hacer una imagen de Jesús crucificado al cual el padre
Pancho la bautizara con el nombre de El Señor de “El Amparo”, poniendo como fecha para
festejarlo el último domingo del mes de mayo.
Año con año se sigue festejando en una gran fiesta en donde acuden una gran cantidad de
familiares de los antiguos mineros y personal que laboró en estas tan importantes minas.
Se hace un novenario y el día domingo una gran fiesta religiosa y pagana, la tradición más
arraigada además de las visitas a las bocaminas es que los visitantes de los alrededores
lleguen a caballo, concentrándose en el pueblo una gran cantidad de jinetes.
Antes se oficiaba una misa en la bocamina principal, pero esta tradición se fue perdiendo y uno
de los nativos de este lugar don Faustino Hernández Hernández, sugiere que se haga en ese
lugar donde dieron tantas personas su vida, una capillita.
Es así como esta tradición de visitar un pueblo que durante todo el año luce casi vacío sigue
viva gracias a aquellos que no olvidan el terruño.
Fiesta del Señor, Septiembre de Oconahua:
(Celebración de San Miguel)
La fiesta dedicada a este arcángel comienza el 20 de septiembre y se prolonga hasta el día 29,
fecha marcada como suya en el calendario litúrgico. El día 20 se hace un recorrido por el
pueblo que culmina en la iglesia donde, a la “Hora Santa” (las ocho de la noche) se reza un
rosario para dar gracias a Dios e iniciar los festejos dedicados a San Miguel.
El día 21 por la
mañana se canta “el alba”, se dice un rosario, se realizan cánticos acompañados con una
banda de música y sobre todo se canta el himno a San Miguel. A la caída de las noches se
recorre de nuevo el pueblo y se reza el rosario en la iglesia.
Entre los días 21 y 27 se repite esta liturgia, y sólo el 28, al cumplirse el novenario, se realiza la
peregrinación de las espigas, que es la romería mayor e involucra a todo el pueblo.
Al día siguiente, 29 de septiembre, tiene lugar la celebración de “la mera fiesta” del arcángel, se dice
una misa, se hace un recorrido por el pueblo, hay música, se come y se bebe en abundancia, y
llega a haber excesos.
A la peregrinación de las espigas asisten numerosas personas de otros pueblos, quienes por lo
general son devotos de San Miguel. En ocasiones estos forasteros cooperan para la realización
de la peregrinación e inclusive muchos de ellos son formalmente invitados, pero ello depende,
en buena medida, del grado de organización que hayan logrado los vecinos de Oconahua para
la realización de los festejos.
Algunas familias, para marcar su estatus material o para simular
que lo tienen, cubren los costos de un día de celebración, que consisten en el pago de cohetes,
música y liturgia.
En años recientes la fiesta del aniversario de San Miguel, que corresponde al 29 de septiembre,
ha devenido en una suerte de “fiesta del ausente”.
Las festividades ofrecidas al arcángel son
tan importantes para los habitantes de Oconahua, que los que se han ausentado —sean los
emigrados a Estados Unidos, los que viven en Guadalajara u otros— vuelven para obsequiar y
agasajar con sus familias y amigos.
Así, no sólo se re-arraigan simbólicamente a su terruño
quienes han debido emigrar, por la razón que fuere, sino que, y sobre todo, se renuevan y
fortalecen las viejas y nuevas identidades, las de grupo y las individuales.
– En Tradiciones Orales –
Leyenda de la Cruz de Quezada:
La Cruz de Quezada, que es la que se encuentra en la parte plana del cerro que lleva su
nombre, en donde se le construyó un mirador, tiene su origen en un hecho diabólico, ya que
según se dice en algunas noches se veía bailar al demonio en ese lugar rodeado de lenguas de
fuego y en un árbol que se encontraba en el lugar un hombre colgado. Fueron varias las
personas que vieron esta escena y escucharon los alaridos del demonio, por lo que el padre
Quezada, acompañado de otras personas, fue al lugar y lo bendijo, cortó el árbol y con él
mandó construir una cruz, que se colocó en donde se apareció el demonio.
Leyenda de Juan Minero:
En este mismo cerro de Quezada tiene lugar la leyenda de Juan Minero, una de las más
conocidas en la región, pues va asociada a la importante compañía El Amparo Mining
Company.
La leyenda relata que un empleado de la mina, de nombre Juan, era encargado de trasladar en
su recua el mineral extraído mediante un recorrido por el cerro de Quezada hasta el tren.
Asaltado y victimado en el cumplimiento de su deber, dio origen a la leyenda de “Juan Minero”,
quien a decir de la gente, aún recorre con su lámpara el cerro por las noches en busca del
tesoro robado, y es posible ver la luz bajando por el dicho cerro: “se cuenta de un ex -minero de
las minas del El Amparo Mining Company, que baja diariamente por el cerro de la Cruz de
Quezada, alumbrándose con su lamparita de carburo y hasta hace poco tiempo se veía bajando
a ‘Juan Minero’ con su lucecita”. Los enterados en estos fenómenos explican de una manera fría y concluyente que estas luces
no son otra cosa que los llamados hechos comunes en regiones mineras, producto de
explosiones espontáneas de gases subterráneos; definiciones que no satisfacen la imaginación
de los coterráneos.
Leyenda la Confesión de un Difunto:
El padre Mojica, quién al parecer en cierta noche llegaron dos hombres tocando la puerta,
pidiendo que el Padre Mojica fuera a confesar a una persona que estaba agonizando por la
calle de Ocampo. El Padre tomó su breviario y se dirigió con los dos hombres a la casa que
estos señalaron, al llegar a la casa, en una cama se encontraba un hombre moribundo, al cual
el padre confesó. Terminando la confesión salió y se retiró a sus aposentos. Justo al llegar se
dio cuenta que se le había olvidado su breviario.
Al día siguiente fue a la casa donde realizó su
confesión y se encontró con que era una casa sola por mucho tiempo, donde vivió un hombre
que fue asesinado hacía ya mucho tiempo por dos sujetos, por causas desconocidas.
El Padre
Mojica logró entrar a la habitación donde había hecho la confesión y justo en tal lugar encontró
su breviario olvidado. Es así como esta leyenda cuenta la situación de un asesinato de un
hombre que murió sin confesión y después sus mismos malhechores le dieron la gracia de
confesarse para estar en paz.
Leyenda de Fray Juan Calero:
(Bollullos de la Mitación, 1500, Tequila, 5 de junio de 1541) fue un fraile franciscano fundador
de la ciudad de Tequila (Jalisco), en México y constructor de varios conventos en la zona.
Es
conocido por ser el primer mártir español en América.
Nació en la localidad sevillana de Bollullos de la Mitación fue albañil de profesión hasta que
decidió dedicar su vida a Dios en el año 1525, cuando se encontraba trabajando en las obras
de construcción del convento de Loreto situado entre Bollullos de la
Mitación, Espartinas y Umbrete. Hacia el año 1527 decidió unirse a la expedición
evangelizadora junto a conquistadores como Cristóbal de Oñate.
La labor de Fray Juan Calero
empezó a intensificarse a partir de 1530 en la comarca mexicana de Valles. Una de las
principales obras de Fray Juan Calero fue la fundación de la ciudad de Tequila y la construcción
de los conventos de las localidades de Ahualulco de Mercado y Etzatlán, lugar en el que se
instaló y donde está enterrado.
Los problemas para el franciscano llegaron con la guerra del Mixtón, una sublevación indígena
encabezada por Coaxicar ante los abusos de algunos conquistadores españoles, quienes
dieron al traste con el proceso de evangelización al tratar de eliminar toda la cultura
prehispánica, a lo que los nativos se opusieron con violencia.
En mayo de 1541, los nativos de Tequila, Ahualulco y Ameca se unieron a la rebelión,
remontándose al cerro de Tequila, guiados por Tenamaxtle.
El 5 de junio, fray Juan Calero, en
un intento por frenar el levantamiento, fue al cerro a pacificarlos, invitándolos a bajar, pero fue
sacrificado a flechazos y pedradas.
Los rebeldes despojaron al franciscano de sus hábitos, le
sacaron los dientes y le quemaron la cabeza. Tras ser martirizado, el religioso permaneció a la
intemperie durante cinco días. Según cuenta la leyenda, su cuerpo, que exhalaba olor a flores,
fue hallado incorrupto el 10 de junio y trasladado al convento de Etzatlán.
A partir de ese momento, el lugar en el que se encontró su cadáver se convirtió, gracias al
fervor de quienes le conocieron, en una especie de santuario alrededor del cual se formó, años
después, una ciudad a la que bautizaron como San Juanito de Escobedo en su honor. Los
cronistas locales aseguran que el fraile fue asesinado en el lugar que ahora ocupa el altar de la
iglesia de dicha localidad.
Al martirio de Fray Juan Calero siguió el de otros tres franciscanos que, como él, cayeron a
manos de los nobles indígenas insurgentes: Fray Antonio de Cuéllar, Fray Francisco Lorenzo y
Fray Juan Francisco.
El nombre de Oconahua:
Corre la leyenda, que los aztecas en su peregrinación hacia el sur, buscando donde edificar su
santa ciudad capital, pasaron por el poblado de Ocohanua, donde estaban lavando ropa las
mujeres a la orilla del arroyo.
Un águila llegó y se paró en un nopal, los aztecas que habían llegado la vieron, y se regocijaron
porque eso les indicaba que ahí fundarían su ciudad, pero las indias se asustaron con el águila
y arrojándole agua la espantaron.
Por ello los aztecas continuaron su peregrinación hacia el sur para fundar Tenochtitlan.
Hoy a
Oconahua se le conoce también como México chiquito.
Los dulces de “Don Salva”:
Un gran legado ha dejado, Salvador Méndez Lías, mejor conocido como “don Salva El Dulcero”,
mismo que con mucho amor siguió la tradición de su padre don Atanasio Méndez y la heredó a
sus sobrinos María Celia Gómez Lías y a su esposo Javier Gómez Esteves. María Celia nos comenta que su tío Salva, nació en Etzatlán, el 14 de septiembre de 1913 y
que empezó a hacerse cargo del negocio a los 14 años, cuando falleció su padre.
Los dulces que hasta la fecha siguen haciendo con la misma calidad de materia prima y cariño
son los siguientes: Jamoncillo, cocadas de leche, orneada y blanca, guayabate, camote,
calabaza, queso Nápoles, naranja agría, merengues, bolitas de leche y de menta, garapiñado,
pan salchichón, ojo de buey, polvorón y galletas de horno, también en la temporada la jalea y
dulce de tejocote.
Esta es la gran variedad y todo elaborado a la usanza antigua con los
ingredientes y utensilios de siempre.
Hasta aquí lo que nos plática María Celia, pero también entrevisté a Paloma Domínguez quién
fuera su empleada durante algún tiempo.
Nos dice Paloma Domínguez: -“Yo lo conocí muy bien porque le ayudaba a elaborar los dulces,
fue un hombre solitario, nunca se casó y tenía dos hermanos más, una hermana igual que él
soltera, que se llamaba María y Silverio, este si estaba casado y también se dedicaba a lo
mismo. Tenía muchos sobrinos siempre acompañándolo.
Nunca se enojaba y aunque era muy serio a nadie le faltaba al respeto y le gustaba ir
personalmente a hacer su mandado.
Él hacía los dulces de mucha calidad nunca les salían ahumados, por lo regular eran los martes
cuando los elaboraba y como diario le picaba la cama y se levantaba a las seis de la mañana y
a puro hornear, sus comidas y a seguirle. Cuando lo conocí no estaba tan viejo, andaba como
en 40 o 45 años y nunca lo vi flojear, siempre lo vi cargar con sus dulces hacia la Plaza, solo
que estuviera de verdad muy enfermo, no lo hacía.
En las fiestas de octubre se le amontonaba la gente, por lo que necesitaba quién lo ayudara, en
esos días le aumentaba el trabajo al triple. Acostumbraba los domingos ir a misa de seis, decía
que para aprovechar más el día”.
Estos son los recuerdos de Paloma, muy gratos por cierto, ella me comentaba y tal vez sean los
recuerdos de cuantos tuvieron la fortuna de conocerlo.
En la actualidad son varias las personas, familiares entre sí, los que siguen con esta tradición,
situados en el mismo lugar que hace más de 50 años la gente ubica como: “la esquina en
donde están los dulces de don Salva”.
Los Agüilotes Azucarados:
La igualama, uvalama o agüilote, es una planta nativa de Sonora perteneciente a la familia de
las Verbenáceas.
Los agüilotes es un arbusto grande o árbol siempre verde que llega a alcanzar hasta 20 metros
de altura; su tronco llega a medir 1.2 metros de diámetro; ramas con hojas en grupos de 3 a 5
hojas, con pecíolos (tallito que une a la hoja con las ramas) cortos; flores con corola azul o
blanca con un labio violeta, o con un labio superior lila oscuro; frutos comestibles negros o
negro azulados, casi esféricos de 10 a 20 milímetros de diámetro.
La floración ocurre en la
primavera, expidiendo un perfume que resulta irresistible a sus polinizadores; entre ellos, las
chupar rosas.
Como en muchas localidades de esta zona, este árbol se encuentra comúnmente en las
cañadas o arroyos.
Entre los usos del agüilote tenemos que el ganado consume las hojas como forraje y los frutos
maduros pueden comerse frescos o como un rico postre cocidos con piloncillo y canela.
– En Técnica Artesanal –
Ebanistas o Carpinteros:
Ebanistas o carpinteros en Etzatlán tienen, no solo la infraestructura de industria cuentan con
las bases artístico artesanales que dan originalidad, calidad y estilo y los muebles fabricados en
nuestra localidad son vendidos con los estándares internacionales por lo que es considerado
un patrimonio municipal que da prestigio y personalidad.
Sastrería Artesanal en Charrería y Grupos Musicales:
Hablar de Etzatlán y su proyección foránea en calidad de productos originales de nuestra
localidad es hablar de sus productos de sastrería, únicos auténticos y artesanales que son
afamados en la región y dentro y fuera del país.
Sastres de primer nivel y productos que dan prestigio forman parte del acervo que brinda
identidad a Etzatlán.
– En Música y Danza –
Danza de Conquista de Etzatlán:
En Etzatlán, es mucha la devoción que se le tiene a La Santa Cruz, pues, a partir de que él
Conquistador don Nuño Beltrán de Guzmán, instaló la primera Cruz, en un peñasco en la ribera
de la laguna de Magdalena, en 1530, año con año se le ha rendido culto, pero no fue que
hasta, 1716 que el padre fray José Orozco, O. F. M., hizo un llamado a los vecinos de los
barrios que conformaban los cuatro puntos cardinales, para que instalaran una Cruz, siendo los
siguientes: El Pasito, al norte; La Cajita del Agua, al sur; La Casa Blanca, al oriente y La Garita,
al poniente.
Después el mismo pueblo fue instalando, conforme crecía otras cruces más, siguiéndole la que
se encontraba en el tercer cementerio, en el mismo lugar donde se encuentra hoy La Cuevita
Santa y esta fue llamada, La Cruz del Calvario, esto fue por el año de 1826, la quinta Cruz y
hasta el día de hoy la más famosa, fue la que instaló él padre Toribio Quezada.
Después se
instalaron otras cruces como la de la misión de fray Buenaventura Sandoval, otra en La Casa
Blanca, otra, La Cruz de los Mártires de Etzatlán, la de Los Colonos, también la de Los Hijos
Ausentes y otras más.
El dos de mayo, se llevan a las ermitas que pertenecen, igual como fueron traídas,
acompañadas por los feligreses del barrio y algunos visitantes de otras partes, rezándose el
santo rosario, acompañado con la música.
En el barrio de la Cajita del Agua, es donde se encuentra una de las primeras cruces instaladas
en el pueblo, que data de más de 270 años y ya es una costumbre que además de los festejos,
se lleve a cabo el famoso “Relate” o Danza de la Conquista, mas delante daremos un pormenor,
ya que es parte muy importante de nuestras tradiciones, donde de una manera muy especial se
recuerda a una antigua leyenda de la época de la conquista.
A la llegada de los españoles por estas tierras, los misioneros franciscanos en su afán de
doctrinar a los nativos de estos lugares, hacían representaciones de cuadros bíblicos, con los
parajes más representativos como la navidad, semana santa y otras.
Acostumbraban también poner cruces a “los cuatro vientos” o cuatro puntos cardinales, para
que el demonio no entrara a la población.
De esta manera fue como en Etzatlán tuvo arraigo la celebración del día de la Santa Cruz,
formándose en los barrios donde estaban apostadas las cruces, grupos de vecinos que le
rendían pleitesía y rescatando aquellas danzas en donde se recordaba la unión entre iberos y
nativos del nuevo mundo.
A través de los años fueron modificando su representación, ya sea por olvido y rescate o
simplemente por conveniencia.
Fuente: Gaceta Municipal de Etzatlán, con fecha del publicación: 23 de Junio de 2014
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